Tras la llegada del llamado internet de las cosas, en inglés IoT (Internet of Things), los operadores se han abocado a actualizar sus redes para garantizar que empresas, gobiernos y organizaciones en general, operen de la mejor forma y sin contratiempos. La carrera por el 5G ya arrancó y con ello, tanto proveedores como operadores de redes móviles, tienen en su mira ocupar los puestos de liderazgo en lo que será la próxima generación de redes móviles. Aunque en América Latina el 4G LTE ofrece velocidades típicas de descarga de datos que van desde los 5Mbps hasta los 25Mbps, el 5G busca alcanzar velocidades de hasta 10Gbps, como también soportar hasta 100 veces más dispositivos conectados, principalmente máquinas, o en el contexto del IoT, distintas “cosas”. Como ejemplo, considere su televisor, hoy en día ya es un dispositivo conectado. Dentro de pronto estarán conectados otros aparatos del hogar, desde su horno, hasta incluso su ropa, todas potencialmente “cosas” que también se conectarán.

Este gran salto a la conectividad propiciará un mundo nuevo, repleto de beneficios al consumidor y de enormes oportunidades de crecimiento a empresas y organismos gubernamentales dependientes de la tecnología inalámbrica. Sin embargo, los beneficios del 5G no se pueden concretar si no está lista la infraestructura de red alámbrica que interconecta radios y centros de datos entre sí. En América Latina, donde el enfoque actual sigue siendo en el cambio del 3G al 4G, el cableado actual no admite la migración hacia 5G.

América Latina, ¿cómo ponerse al día?

Ciertamente, sigue existiendo una necesidad real e inmediata de construir y optimizar redes 4G en toda la región, dado que aquí la penetración de este tipo de redes celulares todavía se fija en alrededor del 25 por ciento. En este contexto, sólo tiene sentido que los operadores se sigan apuntando a pasar del 2G y 3G al 4G, para ofrecer mayor velocidad y conectividad y superar así al mismo tiempo la saturación, un tema que preocupa a los usuarios.

A la región latinoamericana aún le quedan varios años antes de que llegue plenamente el 5G. La mayoría de las proyecciones apuntan hacia 2025 como el año en que se introduzca la disponibilidad de cobertura 5G a gran escala. Esto, a diferencia de países como EE.UU., Japón y Corea del Sur, donde ya se están sometiendo a pruebas y ensayos de 5G, con planes de concretar sus ampliaciones hacia 2020.

Para evitar quedarse atrás, los operadores de la región deben irse preparando desde ya para el futuro del 5G. Quienes lo vayan haciendo, quedarán mejor posicionados para participar en iniciativas públicas, como es el caso de Agenda Digital en Chile o Vive Digital en Colombia – mediante la oferta de redes del futuro que soporten por ejemplo, las ciudades inteligentes, las nuevas capacidades de IoT para empresas y claro, una experiencia digital superior para el consumidor.

El camino hacia el 5G

Para avanzar en sus redes y lograr estos beneficios, los operadores primero deben hacerle frente a una serie de importantes retos. Por un lado está el costo, que siempre es un tema para aquellos operadores que necesitan una manera de escalar la capacidad de su red sin aumentar costos. Por otro lado también surgirán nuevos requerimientos de orquestación en torno a las redes 5G, dado que una amplia variedad de miles de millones de dispositivos de IoT conectados – desde sensores y vehículos autónomos hasta máquinas expendedoras – van a depender de una nueva generación de redes para mantenerse conectados. Finalmente, los operadores también tendrán que contender con cambios radicales a nivel arquitectura de la red, pasando de un sistema centralizado a una arquitectura más dispersa, tipo nube.

Ahora bien, no hace falta que los operadores se desanimen. Gracias a nuevas soluciones de redes, pueden equilibrar sus necesidades de corto y mediano plazo, es decir, pueden seguir afinando sus redes de 4G a la vez que invierten en 5G. Inicialmente, deben buscar colocar fibra, y mucha, un aspecto que ya hemos empezado a ver con proyectos para instalar más de 35 mil km de fibra, como es el caso de Telecomm en México y ArSat en Argentina, propietaria de la red troncal de fibra más larga de la región. Hace unos cuantos años, los operadores invirtieron en fibras exprés para conectar distancias largas, pero para dar el soporte a 5G, es necesario contar con fibra que admita los grandes volúmenes de tráfico y que esté abierta en todas partes para acumular toneladas de datos cerca de los radios y antenas inalámbricas.

Ampliar la infraestructura de fibra promete un doble beneficio, de soportar velocidades 4G más altas, al tiempo que se prepara la red para el 5G. La fibra tiene la capacidad singular de ofrecer ancho de banda básicamente ilimitado y seguridad a precios muy atractivos, una mejora notable con respecto al backhaul de cobre y microondas.

Así también, las conexiones en red definidas por software (SDN) y la virtualización de funciones de red (NFV) tendrán un papel clave en la llegada del 5G. Ambas dan pie a una distribución de los recursos más flexible y automática, al capitalizar nuevas soluciones de software, aspecto que favorece a los operadores con la posibilidad de fortalecer la capacidad rentablemente, mediante el aprovechamiento de economías de escala basadas en la nube.

Dichas tecnologías de virtualización, en conjunto con la segmentación y la orquestación de la red, formarán la troncal de lo que será el futuro del 5G y ayudará a que la red completa opere sin contratiempos, a pesar de que se vuelva más compleja. Los operadores empezarán a integrar las tecnologías de virtualización a sus planes desde ahora para fomentar la eficiencia a partir de las redes 4G, a la vez que optimizarán sus capacidades para lo que sigue. Todavía nos quedan varios años en el proceso, pero el avance hacia el 4.5G servirá para reducir la latencia en la región y sentará las bases para una transición exitosa hacia el 5G.

Aunque queda mucho por hacer, las ventajas de prepararse proactivamente para el 5G dando el paso por 4.5G son claras. Las mejoras incrementales a la infraestructura actual servirán para formar la base que resultará necesaria el día de mañana y abrirán el paso hacia una transición menos problemática al 5G.